miércoles, 13 de octubre de 2010

GPS

   Mis padres y profesores me programaron el GPS para elegir el camino más seguro, respetando las normas, cediendo el paso con educación y evitando dañar al resto de circulantes.
   Algunos se pusieron a circular sin programación ni práctica suficiente. Otros se reprogramaron para elegir siempre el camino más corto, aunque sea en sentido contrario. Unos por torpeza y otros por egoísmo van dejando a los que se encuentran por el camino en la cuneta.
   Están los negligentes ambiciosos que te golpean para llegar ellos antes en lugar de correr más que tú. Los que se pegan detrás para aprovechar el trazado a rebufo y te adelantan en los últimos metros beneficiándose de tu esfuerzo.
   En ocasiones dudas si es tu GPS el que debería pasar por el taller para un reajuste cuando ves a tanto kamikaze en sentido contrario.
   En los últimos meses me he sido infiel a mí mismo y he claudicado ante los que me decían que era yo el que tenía el navegador programado erróneamente. He seguido el camino que me indicaban acabando finalmente en un descampado y lejos de mi destino.
   Voy a indultarme porque tengo que vivir conmigo mismo y a darme otra oportunidad.
   He decidido tirar el GPS por la ventana, seguir mi intuición, no apartarme del camino de mis objetivos y enfrentarme de cara y sin rodeos a los del GPS tarado.
   Parafraseando a Álvaro de la Iglesia “Bombín es a bombón lo que cojín es a equis”; me importa tres equis lo que opinen de mí la gente que no quiero, no aprecio o no respeto”.
Si me caigo que sea por mis tropiezos y no porque me pongan la zancadilla o me deje empujar.
¡Ala! Ya lo he soltado, ya estoy mejor. La semana pasada no fue de las mejores. ¡Ea, ea, ea! Ya pasó. Bufffffffff.
   La familia y amigos bien, que es lo que me importa.
   Estoy seguro que la mayoría de vosotros pasáis “momentos GPS”.
   ¿Cómo lo superáis? ¿Yoga, full contact, macramé, vudú, sms anónimos, …?

martes, 28 de septiembre de 2010

Mi hermana ya no quiere ser Cheerleader

Zapatillas deportivas, dos pares de calcetines de algodón, mallas, calentadores, faldilla plisada, sudadera, toalla y los imprescindibles pompones. La bolsa está completa.
Son las siete de la tarde. En media hora Marisa se reunirá con sus compañeras por primera vez. Este año ha sido seleccionada en el equipo de cheerleaders después de dieciocho meses de preparación y tres castings.
Llega puntual y tras consultar al bedel se dirige al vestuario. Saluda a las cinco chicas que esperan sentadas en los banquillos e intercambian datos personales. Tres de ellas son veteranas y bombardean a las novicias con información que no acaban de digerir.
La entrenadora irrumpe escoltada por dos mozos musculosos.
-       Bienvenidas. Este año el equipo estará formado por diez personas. Os presento a Ramón y a Paco que serán vuestros compañeros. Faltan dos chicos más que saldrán de la selección que tenemos prevista mañana.
Las veteranas rumorean acaloradamente. Las novicias abren los ojos, casi tanto como la boca, estupefactas.
-       Silencio por favor. Esto tiene una explicación.
La entrenadora hace sentar con un gesto a los chicos y deja escapar lenta y sonoramente una gran bocanada de aire.
-       Durante el período de selección alguien instó una reclamación al Ministerio de Igualdad. Como consecuencia hemos recibido una amonestación preventiva de sanción si no enmendábamos el desequilibrio participativo.
-       ¿Eso es lo que llaman el “cupo de gallumbos”?
-       ¡Julia, por favor, nos seas soez! Debes dar buen ejemplo a las nuevas.
-       ¡Vaaaaale! ¿Alguna sorpresita más?
-       Bueno… se introducirán algunas adaptaciones con el fin de homogenizar el grupo:
Los chicos se dejaran crecer la melena y las chicas las patillas.
Las chicas blasfemarán cuando se caigan y los chicos llorarán alternativamente.
Los chicos vestirán sujetadores con relleno y las chicas no se depilarán las piernas.
Ante la imposibilidad legal de extirpar los atributos masculinos las chicas portarán un par de calcetines debidamente acondicionados a modo de “paquete” en el interior de las mallas.
-       Por eso nos han hecho traer dos pares.
-       Por eso. ¿Marisa dónde vas?
-       Excúseme entrenadora, pero yo me marcho. Temo que uno de los seleccionados sea gay. No me mire así, no me tache de homofobia. Tengo miedo que en aras de la igualdad nos obliguen a dispensarnos placer por el mismo orificio común. Hay cosas que si se hacen por obligación pierden su gracia.
Con diferentes argumentos, algunos ininteligibles, todas las chicas se apresuran a abandonar el recinto como contagiadas de un absurdo pánico.

-       Hola Marisa. ¿Qué tal tu primer entreno?
-       Eeeeeeh, bien. Pero ya no quiero ser Cheerleader.
-       ¿Y eso?
-       Estoy barajando la posibilidad de denunciar al Barça para que me admitan en el primer equipo.
-       ¿Cómo?
-       Ya te contaré. Ahora no tengo tiempo. He quedado con cinco amigas para estudiar a que otros clubs de la Liga sería más rentable denunciar.
-       ¿Qué?
-       ¡Adios!
Pasado algún tiempo el club disuelve el equipo de cheerleaders por falta de paridad.
Mi hermana se ha dejado crecer las patillas, blasfema, escupe en suelo y juega la Champion. Se ha comprado una mansión y la ha bautizado como “Villa Bibiana”.

domingo, 26 de septiembre de 2010

DEUDA HISTÓRICA

Hace tiempo que deseaba rendir homenaje a este fiel amigo.
Es por ello que mi primer blog lleva su nombre por título.
Nos acompaña en los momentos más íntimos. En los difíciles y en los placenteros. En compañía ocasionalmente o en solitario la mayoría de las veces. Siempre incondicional aunque sepa que será despiezado y desechado.
Su destino es un largo viaje hasta el mar lejos del bosque que le dio la vida; viaje carente de poesía por las características y propiedades del trayecto.
Cuando cerramos la puerta del lavabo lo primero que hacemos es buscarle con la mirada. Su presencia nos tranquiliza y su ausencia nos provoca pánico. ¿Por qué entonces lo escondemos? ¿Por qué nos avergüenza mostrarlo en sociedad?
Lucimos los kleenex en enormes cajas; los mostramos orgullosos en salpicaderos de coches y mesas de oficina; los ofrecemos diligentes en formato reducido extraídos de bolsos de marca. Sin embargo el rollo de papel de váter lo colgamos de uno en uno y condenamos al resto a permanecer reos en la oscuridad del armario de baño.
Pero si una vez iniciadas labores mayores sin posibilidad de retorno descubres, por negligencia al auditar el entorno previamente, que sólo cuelga su alma de cartón o si tus cálculos estimativos sobre el metraje disponible y el requerido están errados… tienes un serio problema.
Cuando grites “¡Papel por favor!” a nadie se le ocurrirá pasarte por el resquicio de la puerta un DIN-A-4 o un Smoking. Estás haciendo participe a todo oyente de tu localización, actividad y posición anatómica. El papel solicitado a gritos necesitará una apertura mayor para ser abastecido.
¡Toc, toc! Tu salvador está tras la puerta con la solución. Se inicia el protocolo:
-          ¿Dónde te lo dejo?
-          Espera que abro… ¡pero no mires! (cuando queremos decir: “pero no respires”)
-          ¡Vale!... Toma – girando la cabeza y estirando el brazo con el testigo de celulosa.
Se produce la transacción con una precisión que parece ensayada.
-          Gracias. Ya salgo - como si la velocidad de la resolución minimizara el embarazoso rescate.
Respiramos aliviados, miramos con cariño el rollo de doble capa  y procedemos al desalojo de nuestro problema pausada y firmemente. Es el momento “¡Ufff!”
Algunos amigos me han confesado que en momentos críticos han tenido que tirar de suplentes tales como slips o calcetines encareciendo en gran cuantía el presupuesto de obra.
Ni los kleenex, ni los pañuelitos de celulosa impregnados en colonia con esencia de limón, ni las toallitas húmedas tan de moda podrán relegarte de tu primacía.
Invito a los amigos del bifidus activo, seguidores de All-Bran, fans de Fave de Fuca y aficionados a los laxantes caseros a lucir en público y con orgullo sus rollos de papel higiénico sin discriminación de texturas, números de capas o motivos decorativos.
Desde aquí mi reconocimiento y admiración por su abnegación desde que tengo conciencia.

Gracias Don Papel de Váter.