domingo, 26 de septiembre de 2010

DEUDA HISTÓRICA

Hace tiempo que deseaba rendir homenaje a este fiel amigo.
Es por ello que mi primer blog lleva su nombre por título.
Nos acompaña en los momentos más íntimos. En los difíciles y en los placenteros. En compañía ocasionalmente o en solitario la mayoría de las veces. Siempre incondicional aunque sepa que será despiezado y desechado.
Su destino es un largo viaje hasta el mar lejos del bosque que le dio la vida; viaje carente de poesía por las características y propiedades del trayecto.
Cuando cerramos la puerta del lavabo lo primero que hacemos es buscarle con la mirada. Su presencia nos tranquiliza y su ausencia nos provoca pánico. ¿Por qué entonces lo escondemos? ¿Por qué nos avergüenza mostrarlo en sociedad?
Lucimos los kleenex en enormes cajas; los mostramos orgullosos en salpicaderos de coches y mesas de oficina; los ofrecemos diligentes en formato reducido extraídos de bolsos de marca. Sin embargo el rollo de papel de váter lo colgamos de uno en uno y condenamos al resto a permanecer reos en la oscuridad del armario de baño.
Pero si una vez iniciadas labores mayores sin posibilidad de retorno descubres, por negligencia al auditar el entorno previamente, que sólo cuelga su alma de cartón o si tus cálculos estimativos sobre el metraje disponible y el requerido están errados… tienes un serio problema.
Cuando grites “¡Papel por favor!” a nadie se le ocurrirá pasarte por el resquicio de la puerta un DIN-A-4 o un Smoking. Estás haciendo participe a todo oyente de tu localización, actividad y posición anatómica. El papel solicitado a gritos necesitará una apertura mayor para ser abastecido.
¡Toc, toc! Tu salvador está tras la puerta con la solución. Se inicia el protocolo:
-          ¿Dónde te lo dejo?
-          Espera que abro… ¡pero no mires! (cuando queremos decir: “pero no respires”)
-          ¡Vale!... Toma – girando la cabeza y estirando el brazo con el testigo de celulosa.
Se produce la transacción con una precisión que parece ensayada.
-          Gracias. Ya salgo - como si la velocidad de la resolución minimizara el embarazoso rescate.
Respiramos aliviados, miramos con cariño el rollo de doble capa  y procedemos al desalojo de nuestro problema pausada y firmemente. Es el momento “¡Ufff!”
Algunos amigos me han confesado que en momentos críticos han tenido que tirar de suplentes tales como slips o calcetines encareciendo en gran cuantía el presupuesto de obra.
Ni los kleenex, ni los pañuelitos de celulosa impregnados en colonia con esencia de limón, ni las toallitas húmedas tan de moda podrán relegarte de tu primacía.
Invito a los amigos del bifidus activo, seguidores de All-Bran, fans de Fave de Fuca y aficionados a los laxantes caseros a lucir en público y con orgullo sus rollos de papel higiénico sin discriminación de texturas, números de capas o motivos decorativos.
Desde aquí mi reconocimiento y admiración por su abnegación desde que tengo conciencia.

Gracias Don Papel de Váter.

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