martes, 28 de septiembre de 2010

Mi hermana ya no quiere ser Cheerleader

Zapatillas deportivas, dos pares de calcetines de algodón, mallas, calentadores, faldilla plisada, sudadera, toalla y los imprescindibles pompones. La bolsa está completa.
Son las siete de la tarde. En media hora Marisa se reunirá con sus compañeras por primera vez. Este año ha sido seleccionada en el equipo de cheerleaders después de dieciocho meses de preparación y tres castings.
Llega puntual y tras consultar al bedel se dirige al vestuario. Saluda a las cinco chicas que esperan sentadas en los banquillos e intercambian datos personales. Tres de ellas son veteranas y bombardean a las novicias con información que no acaban de digerir.
La entrenadora irrumpe escoltada por dos mozos musculosos.
-       Bienvenidas. Este año el equipo estará formado por diez personas. Os presento a Ramón y a Paco que serán vuestros compañeros. Faltan dos chicos más que saldrán de la selección que tenemos prevista mañana.
Las veteranas rumorean acaloradamente. Las novicias abren los ojos, casi tanto como la boca, estupefactas.
-       Silencio por favor. Esto tiene una explicación.
La entrenadora hace sentar con un gesto a los chicos y deja escapar lenta y sonoramente una gran bocanada de aire.
-       Durante el período de selección alguien instó una reclamación al Ministerio de Igualdad. Como consecuencia hemos recibido una amonestación preventiva de sanción si no enmendábamos el desequilibrio participativo.
-       ¿Eso es lo que llaman el “cupo de gallumbos”?
-       ¡Julia, por favor, nos seas soez! Debes dar buen ejemplo a las nuevas.
-       ¡Vaaaaale! ¿Alguna sorpresita más?
-       Bueno… se introducirán algunas adaptaciones con el fin de homogenizar el grupo:
Los chicos se dejaran crecer la melena y las chicas las patillas.
Las chicas blasfemarán cuando se caigan y los chicos llorarán alternativamente.
Los chicos vestirán sujetadores con relleno y las chicas no se depilarán las piernas.
Ante la imposibilidad legal de extirpar los atributos masculinos las chicas portarán un par de calcetines debidamente acondicionados a modo de “paquete” en el interior de las mallas.
-       Por eso nos han hecho traer dos pares.
-       Por eso. ¿Marisa dónde vas?
-       Excúseme entrenadora, pero yo me marcho. Temo que uno de los seleccionados sea gay. No me mire así, no me tache de homofobia. Tengo miedo que en aras de la igualdad nos obliguen a dispensarnos placer por el mismo orificio común. Hay cosas que si se hacen por obligación pierden su gracia.
Con diferentes argumentos, algunos ininteligibles, todas las chicas se apresuran a abandonar el recinto como contagiadas de un absurdo pánico.

-       Hola Marisa. ¿Qué tal tu primer entreno?
-       Eeeeeeh, bien. Pero ya no quiero ser Cheerleader.
-       ¿Y eso?
-       Estoy barajando la posibilidad de denunciar al Barça para que me admitan en el primer equipo.
-       ¿Cómo?
-       Ya te contaré. Ahora no tengo tiempo. He quedado con cinco amigas para estudiar a que otros clubs de la Liga sería más rentable denunciar.
-       ¿Qué?
-       ¡Adios!
Pasado algún tiempo el club disuelve el equipo de cheerleaders por falta de paridad.
Mi hermana se ha dejado crecer las patillas, blasfema, escupe en suelo y juega la Champion. Se ha comprado una mansión y la ha bautizado como “Villa Bibiana”.

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